El “Mono Azul” fue una de las principales publicaciones de carácter cultural, intelectual y artístico editadas durante la Guerra Civil española, que en realidad era una hoja suelta con el formato de un periódico. Se subtituló como “Hoja Semanal de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura”, y aunque tuvo esta periodicidad durante los dos primeros años, y desde mayo a diciembre de 1937 incrustada los jueves en el diario madrileño La Voz, entre 1938 y 1939 la tuvo mensual.
El coordinador de la revista más combativa de los intelectuales durante la contienda, a la que se le quiso dar un carácter popular y que desplegó una gran labor propagandística durante la defensa de Madrid realzando la labor en las trincheras, fue el poeta Rafael Alberti, pero también se dan como responsables de la misma a María Teresa de León, José Bergamín, Rafael Dieste, Lorenzo Varela, Antonio R. Luna, Arturo Souto y Vicente Salas Viu.
Se trata de una publicación que trató de comprometer a los intelectuales españoles con la causa republicana, así como dar a conocer a los extranjeros que la apoyaban. Abarcó todos los géneros literarios y periodísticos, con artículos políticos y de crítica literaria, editoriales, documentos, narraciones, noticias teatrales, composiciones poéticas, fotografías o ilustraciones, como las del propio Alberti o las de Pablo Picasso.
Prácticamente participan en ella todos los intelectuales adheridos a la causa republicana, además de los ya citados, cabe mencionar a Miguel Hernández, Vicente Aleixandre, Vicente Huidobro, Luis Cernuda, Antonio Machado, Corpus Barga, León Felipe, Rosa Chacel, Emilio Prados, Octavio Paz, César Vallejo, Juan Gil-Albert, Tomás Navarro, Pablo Neruda, Rosario del Olmo o Ramón J. Sender, entre otros muchos.
La colección consta de 47 números y fue reeditada en facsímil en 1975.
(…)
Realmente desde el espíritu republicano se echa de menos hoy el compromiso de los intelectuales españoles con la causa republicana, con la nueva república que debe llegar. Un apoyo que, cuando la República fue atacada por el brutal golpe de estado fascista que nos llevó a una guerra civil, se mostró claro y contundente. Muchos de nuestros intelectuales de “izquierda” prefieren permanecer callados, no significarse, mientras que aquellos que defienden a ultranza la monarquía no dudan en significarse.
No fue así en lo referente a los intelectuales republicanos en el 36. No dudaron nunca en exponer claramente sus ideales. En 1937 se celebró en Valencia el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, allí pudo conocerse quiénes eran los escritores que defendían la democracia y quienes preferían para España un gobierno dictatorial al estilo del nazismo alemán, entre los primeros Miguel Hernández, María Zambrano, Bergamín, Luis Buñuel, Cernuda, Rafael Alberti, Emilio Prados, Altolaguirre, Larrea, y muchos más por lo que atañe a los españoles, y en cuanto a los extranjeros apoyaban la República, Malraux, Aragon, Paul Eluard, César Vallejo, Neruda, André Gide, Thomas Mann, Romain Rolland, Aldous Huxley, Cocteau, Dos Passos, Jules Romains etc. Es decir, casi la intelectualidad internacional en pleno.
En España no había duda entre quiénes apoyaban la maldita “Cruzada Nacional” al amparo de Hitler y Mussolini y quienes la rechazaban rotundamente. Esto no impediría que algunos escritores demócratas, al terminar la guerra, por miedo o amenazas, y no queriendo exiliarse, decidieran permanecer en la Península traicionando sus ideales al plegarse a la España vencedora, renegando de su filiación republicana, o simplemente manteniéndose en un prudente silencio al que se llamó “exilio interior”, del cual podría ser buen ejemplo el premio Nobel Vicente Aleixandre. Pero esto no contradice su militancia republicana, su actitud posterior a la guerra fue algo obligado por las circunstancias, si querían salvar la vida. Entre ellos excluyamos a aquellos que como José María Pemán abrazaron con entusiasmado su nuevos empleos de bufones de Franco.
Cierto es que la situación de España en 1936 no puede compararse a la de hoy, pero también es cierto que la labor sigue en curso, en 1939 solo se aparcó de forma obligada, un paréntesis en el tiempo que de ninguna manera ha sido una renuncia. La forma en que se llevó a cabo la mal llamada Transición defraudó unas esperanzas por mucho tiempo consideradas ilusiones, hoy el verdadero cambio casi se toca con la punta de los dedos y también hoy es necesaria la ayuda de aquellos intelectuales que son quiénes son en parte gracias a los textos escritos por otros que no dudaron en comprometer su vida por la causa republicana.
Como excepción a la indiferencia intelectual hacia la III República, en 2013 un grupo de intelectuales españoles, la mayoría de ellos desconocidos para el gran público, redactaron y firmaron un
Manifiesto por la III República, que hemos publicado en este blog hace unos meses
El manifiesto lo firman, José Luis Abellán, Laura Alfonseca Giner de los Ríos, Pilar Altamira, Marcos Ana, José Caballero Bonald, Mercedes M. Arancibia, Amparo Climent, Lorenzo Contreras, Julio Diamante Stihl, Antonio Ferres, Josep Fontana, Joan Garcés, Juan Genovés, Belén Gopegui, Juan Antonio Hormigón, Carlos Jiménez Villarejo, Salvador López Arnal, Armando López Salinas, Gloria Llorca Blasco-Ibáñez, María Rosa de Madariaga Álvarez-Prida, Fernando Marín, Carmen Negrín, Mirta Núñez Díaz-Balart, Luis Otero Fernández, Carlos París, Gonzalo Puente Ojea, Ignacio Ramonet, Rosa Regàs, Fernando Reinlein, Miguel Riera, Julio Rodríguez Puértolas, Isaac Rosa, David Ruiz, Nicolás Sánchez-Albornoz, Juan Trías Vejarano, Rodrigo Vázquez de Prada y Grande, Ángel Viñas, Miguel de Unamuno Adarraga, José Daniel Lacalle Sousa, Teresa de Unamuno Adarraga y Matías Escalera Cordero.
Naturalmente y como sucedía en 1936 los intelectuales están divididos ideológicamente entre los dos proyectos de España: los que están de acuerdo con la república democrática legítima y los que prefieren una solución monárquica aunque esté encarnada por un rey fruto de una dictadura atroz. Los firmantes del Manifiesto ya han aclarado su posición, bueno sería que todos los intelectuales lo hicieran…y también los que no lo son, mi llamamiento coincide con el expresado en el Manifiesto:
“(sic) …. va también dirigido hoy a los intelectuales- escritores, periodistas, artistas-, a los que desempeñan tareas docentes desde la escuela primaria a la Universidad, a los que ejercen profesiones liberales- médicos, ingenieros, arquitectos, abogados-, a los integrantes de la decisiva comunidad científica, a los que ocupan cargos en la función pública, y, por supuesto, a la clase trabajadora, que fue y sigue siendo la que más soporta el peso de las injusticias y desigualdades del salvaje capitalismo neoliberal. Y, de manera muy particular, a las generaciones jóvenes que no participaron en la discusión y aceptación de la Constitución de 1978, pero cuyas consecuencias padecen como el resto de la sociedad. Porque nosotros también insistimos en que su savia nutra el futuro”.
Benito Sacaluga, “El Mono Azul”
Fuentes:
Biblioteca Nacional de España
Leopoldo de Trazegnies Granda. Crítica de “Las Armas y las letras” de Andres Trapiello.
Crónica Popular.